1. Causas:
Cualquier proceso
revolucionario necesita un amplio periodo de difusión de sus ideas que van
calando paulatinamente en unos grupos sociales dispuestos a cambiar el
ordenamiento anterior. Sin ideas nuevas no hay revolución. Durante el siglo
XVIII se difunden las ideas ilustradas
mediante conferencias, mítines, sermones, reuniones sociales y
medios escritos: libros,
prensa, folletos. Desde la aparición de la Enciclopedia (publicada entre 1745 y
1772 y dirigida por D'Alembert y
Diderot), la actividad de los filósofos ilustrados determina
la aparición de un nuevo marco de ideas que suponen una ruptura con el antiguo
régimen. Para los ilustrados todo ha de
ser sometido a crítica de la razón: la fe, la tradición histórica o la
costumbre. La Ilustración ataca a las instituciones básicas del antiguo
régimen; a la Iglesia, poniendo en duda los dogmas o criticando al estamento
clerical (especialmente duro en este último aspecto fue Voltaire, que sin embargo, defendía el despotismo ilustrado); a la
monarquía absoluta y a la sociedad tradicional; a la nobleza, de
quien se critica su prepotencia social, basada en algo tan inconsistente como el nacimiento,
en lugar del trabajo y del mérito. Los
ilustrados ensalzan el progreso técnico y económico que consideran ilimitado, el utilitarismo, la
confianza en la razón y en la ciencia, el
impulso a la educación, el librepensamiento, la tolerancia, la felicidad y proponen nuevas utopías políticas y económicas y
reformas en la administración, justicia y asistencia
pública. Las bases sociales de la educación se hallaban en las “clases educadas”: aristócratas, sacerdotes, médicos,
funcionarios, militares, abogados y comerciantes.
En este ambiente se
divulga el liberalismo político. Las ideas de los nuevos
pensadores políticos franceses, con el precedente inglés de Locke, constituyen
una crítica al absolutismo y asientan las bases del futuro estado
liberal: separación de poderes, igualdad ante la ley, elecciones, soberanía
nacional, etc.
Entre los principales
ideólogos liberales podemos citar: El inglés Locke (1632-l704)
enunció -tomado parcialmente de Hobbes la teoría del contrato o pacto social
que afirma que el gobierno nace del
consentimiento entre el gobernante y los ciudadanos y por lo tanto niega el
origen divino del poder fundamento de la monarquía absoluta.
En su estado
natural todos los hombres son iguales y
poseen una serie de derechos: vida, libertad y propiedad. La misión del
Estado es dictar leyes en las que se reconozcan tales derechos y juzgar
de acuerdo con las leyes.
La acumulación de poder político puede conducir al abuso y la corrupción, por ello es necesario que el poder del Estado esté repartido entre varios organismos
y personas, cada uno con distintas funciones, que son básicamente dos: aprobar
las leyes, poder legislativo, que recae en el parlamento y gobernar (poder
ejecutivo). Los súbditos tienen derecho a rebelarse.
Locke encarnó en sus ideas políticas las tendencias
del partido liberal inglés, sus escritos se divulgaron por Europa a través, de
dos escritores franceses: Montesquieu y Rousseau.
Montesquieu (1689-1755)
critica el despotismo porque en él no había leyes ni reglas y se basaba en el
temor y se muestra partidario de un sistema de gobierno parlamentario similar
al inglés, en el que los tres poderes:
legislativo, ejecutivo y judicial, estén separados y sean independientes,
de forma que cada poder pueda controlar a los otros dos.
Rousseau (1712-1778) parte de la idea
del pacto social, según el cual la
sociedad nace del pacto entre los individuos, que se reúnen para defender mejor
sus derechos -nace el concepto